lunes, 29 de junio de 2009

Pronóstico confirmado, o lo que es lo mismo, rotundo éxito. La opinión de Félix R. Lozano.

María Vargas y acompañantes con José Mª Molero, al toque.

En principio y según diversas opiniones, hasta el entorno –primera vez en la larga historia del Festival que se hacía en este lugar- ha supuesto un acierto. Pero abordemos el contenido artístico.
Abre el Festival José de La Tomasa, muy bien arropado por Manolo Franco con sus falsetas de jubilosas filigranas y certero toque. Malagueñas de Baldomero Muriel y de La Trini, muy posiblemente a partir de Paca Aguilera. Soleares, precedidas de “Un saluo mu grande pa mi amigo Caroles”. Los aires de Alcalá con sus máximos puntales congénitos, Joaquín, Agustín y Juan, algo de Juaniquí y por lo tanto Lebrija, y Triana a través de Ramón, estructuran esta valiente continuación de los dos artistas sevillanos. Alegrías “pal tío Chano –levantando los brazos- que seguro nos estará ahí escuchando”. La realidad es que el entrañable Chano Lobato está también presente en las letras por alegrías y cantiñas. Dos cantes levantinos con especial mención del taranto, para rematar su presencia por bulerías con recorrido por las de La Plazuela y los correspondientes recuerdos a Pies de Plomo, su progenitor y auténtico maestro de José. Para ese entonces, y mucho antes, el público que abarrotaba el recinto, estaba completamente metido en faena. Aplausos, con algunas personas puestas de pié. El de La Tomasa y Manolo Franco, habían salvado el escollo, al abrir el magno Festival, con matrícula de honor.
La flamenquería y el gitanismo más jondo de María Vargas, precedida de ese impresionante maestro de la sonanta, el jerezano José María Molero, posiblemente la mejor guitarra de acompañamiento del momento junto con Pascual de Lorca y Rafael Rodríguez, también presente en este Festival, hacen su entrada en escena, sonoramente respaldados por los aplausos del respetable. Abre la sanluqueña por alegrías. Sin duda en el momento actual su más genuina ejecutora desde el cante de mujer. Es jaleada por su hija Mónica, Luis Malena y Francisco de Paula. No cabe duda, estamos ante la gran María esplendorosa de las grandes ocasiones. La María a la que Mairena tanto quería y a la que “obligaba” a salir al escenario para cerrar los legendarios festivales de los setenta. Soleares en abundancia. Hasta nueve incluyendo la de cierre. Está tan a gusto en perfecta comunión con el repleto auditorio, que anuncia seguiriyas. María ha encontrado al perfecto acompañante con la sonanta de Molero. Y hay que ver los excelentes guitarristas que han acompañado a la genial sanluqueña. Sigue con nutrida entrega por bulerías y fandangos. María Vargas ha recibido una altísima dosis de apoyo y entusiasmo en una ciudad, Zamora, que entiende, apoya y disfruta como muy pocas, incluidas las andaluzas, la grandeza del arte flamenco. ¡Te esperamos de nuevo!.
Aparece Curro Malena. ¡Quién te ha visto y quién te ve! Cantaor de potencial y registros vocales infinitos, ahora ha perdido la superioridad de su envoltura, pero precisamente ahí esta la importancia de su presencia en nuestro Festival, en el que al menos en cuatro ocasiones se le ha escuchado en plenitud de sus facultades vocales. Ahora sólo queda el meollo, lo sustancial desprovisto del poderío. El arte en estado puro, el compás, el pellizco descarnado, la esencia del ser o no ser. Y de todo ello, Curro impartió lección magistral ante María Auxiliadora. Sin duda se redimió y demostró a uno de sus grandes públicos, el zamorano, que para cantar flamenco no son imprescindibles las facultades vocales, qué si se tienen mejor, pero qué la grandeza está en otro lugar. Sin embargo pudo, y muy bien, con cantiñas de Cádiz y del Pinini; siete soleares; cuatro seguiriyas y precioso broche de bulerías con canción por este compás. Emotivamente aplaudido. Descanso.
El Cabrero, con su personal puesta en escena y el excelente toque de guitarra de Rafael Rodríguez, abre la segunda parte por soleares. La Serneta, Ramón el de Triana, Juaniquí de Lebrija, dos, y Antonio El Portugués ponen al público no sólo en su sitio si no también entregado completamente. Soneto de Borges por bulería, de su directo “París 94”, aplaudido con parte del auditorio puesto de pié. Corona su extrema simbiosis con el respetable por seguiriyas. La primera de Paco La Luz, El Loco y liviana primitiva. A estas alturas del Festival se comprueba cómo todos los artistas siguen coordenadas de Antonio Mairena en su particular repertorio, como lo han hecho siempre, pero que tal vez al encontrarnos en la celebración del centenario sea más acusado. “Ahora les voy a cantar una ristra de fandangos”. Pepe Rebollo, Paco Isidro, Antonio Rengel, y por supuesto Paco Toronjo, todos ellos por Huelva, resuenan nítidos y contestatarios en la voz del Cabrero para recibir el premio de los enfervorizados asistentes. “Ahora dedico a un genio de los que nos pusieron el talego tan alto, por lo menos a mí”: Zambra de Manolo Caracol, del que también se celebra el centenario de su nacimiento. Nueva entrega de fandangos. Toná, grande y debla. “Uno tiene ya sus canas, pero si lo quieren allá voy yo”, despidiendo su trabajada actuación con un precioso cuplé por bulerías, también de su directo, reeditado hace unos meses en su propio sello discográfico, “Como todo mortal”. El Cabrero regresaba a nuestro Festival después de veintitrés años, y es de agradecer que lo haya hecho con tantas ganas.
El amplio grupo en torno al Güito estaba formado por Ángela Españadero, Sergio Arana y Miguel Tellez al baile; Roberto Lorente y Pepe Jiménez al cante; y Juan Serrano con Basilio García al toque.
Eduardo se hizo esperar, pero llegó su hora en torno a las tres de la mañana. Su baile es de esencias, de presunciones, de sugerencias, de escasas y suficientes formas. Es lo que queda después de una concienzuda criba de la mies. Pero eso es el arte, la sublimación, el disfrute de los sentidos y el impacto en la emotividad. El Güito puede que vuelva o no a Zamora, pero los zamoranos sabemos que ese privilegio de haber contemplado su flamenca estética nadie nos lo puede quitar.

Félix Rodríguez Lozano.


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