La misa flamenca, que a la postre fue posible por el apoyo de Caja España, llenó por completo la arciprestal de San Pedro y San Ildefonso.
Convocar a una gran concurrencia en torno a un acto no es fácil. Qué muchos de los convocados se queden fuera por falta de espacio, obliga a pedir disculpas. Hacer la convocatoria y mantener su presencia durante más de una hora, es meritorio, máxime si muchos de los presentes se dieron cita en el lugar otra hora antes “para reservar sitio”. Y conseguir que ese nutrido número de convocados se pongan en pie y prolonguen su gratitud durante un minuto y cuarenta segundos, se llama éxito rotundo.
Eso es lo que consiguieron el pasado viernes D. Benito Peláez, como oficiante, Alfonso Salmerón como cantaor flamenco y Juan Antonio Muñoz como guitarrista. La tradicional misa flamenca sigue su línea ascendente produciendo esa suprema catarsis entre lo bajamente humano y lo altamente divino.
Los artistas improvisan de manera magistral el inicio litúrgico, a partir de una pequeña hebra sugerida por el párroco. No fue la última vez. La malagueña del Mellizo suena majestuosa y nos advierte de lo que nos espera. La agradable sorpresa. La entrañable sorpresa. La clara manifestación de homenaje al Maestro de los Alcores: toda su misa flamenca. Una vez más Zamora está en su sitio y esta es una muestra de nuestra adhesión al centenario de Antonio Mairena. Los romances aprendidos de su familiar entorno en la más tierna infancia, resuenan pletóricos en la voz de Salmerón. Petenera de Medina el Viejo recreada y engrandecida por la Niña de los Peines. Soleares de Alcalá y Triana. Toná chica con grandiosa y monumental toná grande. El momento supremo de la consagración, es resaltado por seguiriyas de Jerez, y más concretamente de Diego El Marrurro. Llega un momento inolvidable en la misa de este año, Juan Antonio filigraneando con su guitarra, con esa particular postura jonda en la que el mástil apunta hacia arriba y la cabeza hacia abajo con ligera inclinación hacia la izquierda, postura cada vez menos habitual en los tocaores actuales. El pontano rellenaba el amplio espacio del templo mientras los concurrentes recibían la eucaristía. Incluso en este particular momento, la tensión era tan alta que la concurrencia deseaba liberarla. Había que esperar. “Llevad la paz al mundo…”. La segunda y última creación propuesta por D. Benito, constituyó tal vez la mejor improvisación de los entregados artistas. …Y se trataba de una letrita por bulerías. Aplausos, y más aplausos con todo el público de pie. Los artistas saludando y apuntando a quien en definitiva es la sustancia de estos pórticos del gran Festival de San Pedro: El párroco Don Benito Peláez.
Félix R. Lozano.
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