martes, 21 de julio de 2009

El broche artístico selló para la historia el homenaje a José Blas Vega.


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Con la magnífica presentación de Juanjo Seguín durante todo el largo Festival, cinco horas de flamenco a raudales, y la inestimable presencia de Alfonso Eduardo Pérez Orozco, que haciendo un gran esfuerzo de agenda estuvo presente en Morales del Vino, la quinta edición de la entrañable cita recorrió su curso hacia el Olimpo. La placa inmortal, previo acuerdo de la insigne corporación, capitaneada por José María Barrios Tejero y ejecutada por la imprescindible y omnipresente concejala de Cultura, Ana Mulas, pasará sin duda a los anales de la historia flamenca. No es para menos. Ese fascinante entorno detrás del ayuntamiento, llevará para siempre el nombre del más egregio estudioso que la historia de la cultura española jonda haya conocido: PATIO DEL FLAMENCÓLOGO JOSÉ BLAS VEGA.
Y que se sepa, es la primera vez que se hace justicia en España –denominando un determinado entorno con el nombre del más erudito del arte jondo- Y ese honor le cabe a Morales del Vino, y como he dicho a sus responsables políticos.
Descubierta la placa y recibidos los honores de rigor, comienza la parte artística.
Con una magnífica infraestructura proporcionada por la empresa Portos, inicia el Festival María Toledo cantando por toná, chica, grande y debla. Ya con la presencia de la maestría tocaora de Paco Cortés y los buenos jaleos de Ana y Javi, siguen por alegrías, cantiñas y mirabrás. Llega uno de los muchos momentos destacables. María ejecuta la vidalita compuesta por el recordado guitarrista Antonio Arenas. Composición efectuada para homenajear a Camarón. Fue precisamente el Pijote, hermano del de La Isla, acompañado de José Arenas y Perico Jero quienes inmortalizaron dicho momento. Soleares, con buen recorrido por Utrera, Cádiz, Triana, y Alcalá. La de Toledo aquí dejó de forma clara su huella. Continúa por bulerías, con una muy buena ejecución, y se despide de un público entregado, por fandangos. María ratifica en Morales su crecimiento hacía la hegemonía del arte jondo.
Llega el momento, de otra de las rotundas triunfadoras en la apacible noche moralina. Regina de Huelva, con el magisterio de Paco Cortés, envuelve y eleva hacía lo sublime al cabal auditorio con su incursión por tientos y tangos. Confirmando poderío, Regina sigue por granaina. Alegrías, muy aplaudidas para preludiar otro de los momentos mágicos de la noche: sus seguiriyas, no sólo de perfecta ejecución, sino también de imponente pellizco. Manuel Torre, Paco La Luz y cambio de Manuel Molina. Remata esta joven pero fundamental cantaora por una escogida entrega de fandangos de su tierra. Descanso y reposición de fuerzas. La cita vinatera va aprendiendo de su madre zamorana y cada vez son más frecuentes los capachos plagados de viandas.
Tomasa La Macanita, acompañada por Manolo Parrilla, sobrino del insigne tocaor de igual nombre, abre por tientos con florido término por tangos. Soleares, hasta ocho incluyendo la de remate, transportándonos a pretéritos y gloriosos tiempos en qué pudimos alcanzar el éxtasis con Fernanda de Utrera. La incursión en el glorioso pasado no quedó ahí. El espíritu de Terremoto de Jerez, qué por cierto, estuvo presente en forma de foto con el gran protagonista de la noche – y de la década, Blas Vega- al coincidir en la entrega de los premios otorgados por La Cátedra de Flamencología, fue reproducido por la jerezana a través de su granaina y malagueña de Enrique El Mellizo. Sigue y rematan señorialmente, por su palo carismático: bulerías. Muy bien arropada por Macanito, Gregorio y Chícharo.
Perrete y Maite Maya al cante, José Arenas y Vicente Cortés al toque, dan entrada y remate a este histórico Festival por tientos, aparece majestuosa la pequeña gran dama Amelia Vega. Amelia lo bordó con su magistral ejecución del taranto de Manuel Torre. Le habría gustado acotar el territorio con su bata de cola. El contraste de la masculinidad. En un histórico Festival creado por y para la mujer, dos varones se erigían majestuosamente: José Blas Vega y Cristian Almodóvar. Del erudito ya he hablado, y ahí está para la historia. Cristian, que tuvo una destacada presencia en Morales, necesita más oportunidades para exhibir su mucho arte, que es mucho y variado. Vamos, qué formulándolo de otra manera, tengo que decir qué Cristian Almodóvar, junto a Antonio El Pipa, siendo dos bailaores qué nada tienen que ver, deberán de ser la referencia obligada del baile masculino del siglo veintiuno. Eso sí con los únicos, permisos, del Grilo y Javier Barón.

Félix R. Lozano.