sábado, 28 de junio de 2008

LA FORMIDABLE RESPUESTA POPULAR DESBORDA LAS PREVISIONES EN EL XXXVIII FESTIVAL FLAMENCO DE ZAMORA.

Y eso que estamos en “vacas flacas” que diría el ministro Solbes. Sin duda el apunte a resaltar en el Festival de este año, ha sido el que da el título a esta crónica flamenca: La afluencia masiva de público. Como dato significativo, señalar que se tuvieron que incrementar en setecientas sillas más a las ya presentes. Ante esta situación, se optó por satisfacer la demanda del público, por lo que se les facilitó la entrada, que el inconveniente que se podía ocasionar. No había rincón en el cerramiento de la Puerta del Obispo que no estuviera ocupado por personas ávidas de paladear el buen flamenco. El de la primera o el de la segunda parte. O el de las dos. Que para gustos están los colores. Y la organización con muy buen criterio supo darles gusto a todos. Aunque a algunos pudo saberles a poco. Lo bueno si breve…, que diría Gracián, es un buen argumento cuando del arte se trata.
Hemos dicho dos partes, añadimos que no separadas por el intermedio. Eloísa Jiménez Domínguez, La Elu, con Pascual de Lorca en el acompañamiento y Alejandro Segovia Camacho, Canela de San Roque con el toque de Antonio Carrión.
La segunda parte la conformarían las respectivas compañías de Juan Peña, El Lebrijano y de Antonio Gómez de los Reyes, Antonio Canales, con sus titulares, como es lógico, a la cabeza.
Vayamos describiendo cada una de las actuaciones.
Se abre el Festival, después de la habitual bienvenida a los que vienen de fuera con motivo de cita tan señalada, con Elu de Jerez custodiada por ese magistral toque del que sin duda es el guitarrista más completo del panorama actual. No decimos que sea el mejor por cada aire, decimos que es el más completo porque los conoce y domina todos. Nos referimos a ese pequeño gigante, artística y humanamente hablando, que es Pascual de Lorca. Portentoso el y portentosa ella. Lo habíamos pronosticado. La Elu ya ha alcanzado la madurez artística y está que se sale. Rompen con bulerías por soleá y el abarrotado entorno contagia a la plácida noche su silencio. También es cierto que Eloísa tuvo que poner en orden al respetable. Siguen con fandangos naturales muy bien aderezados por el sabor Jerez y rematados por personal de Manuel Torre. Público entregado completamente y premiando como sabemos hacerlo en Zamora. Seguiriyas: Manuel Torre, Fco La Perla, pero muy jerezana, como corresponde a la aportación que le diera Tío José de Paula, su conocida como seguiriya corta. Además, en el quejarse de La Elu y en la música celestial que proporciona el maestro Pascual, éste cante te traspasa directamente el corazón (“Cuando yo me muera te voy hasé un encargo / que con las trenzas / de tu pelo negro / me amarren las manos”). Remata con una de las tres que creara el inmortal gaditano Curro Dulce. Continúan con generosísima entrega por tangos, sin olvidarse del preceptivo guiño a la Niña de los Peines. De mujer a mujer. Y como buena cantaora de La Plazuela por nacimiento, y buen tocaor de la blanca tierra por adopción, terminan su redondo trabajo por bulerías. Aplauso de gala con una buena parte del público en pié. Elu tiene que volver en breve a Zamora.
Continúa el mágico momento de los aficionados. El Canela y Carrión. Aparece en escena, por cierto, generosa escena de diez metros de boca, el máximo pontífice actual del cante por soleá. Hablando con propiedad: por soleares, ya que son perfectamente distinguibles al menos sesenta entre estilos y variantes. Y la soleá, o soleares, como es sabido es el palo más fecundo y por ello puede seguir evolucionando. Al menos durante un cierto tiempo. Pues bien, Canela, magistralmente acompañado por Carrión, nos entregó una generosa muestra antológica por este soberbio palo: Alcalá, Cádiz, Utrera, Lebrija e incluso Jerez a través de su significado hijo Curro Frijones. Punto y seguido: seguiriyas. Tío José de Paula, Diego Marrurro, Perico Frascola (“Salgan los santitos…”) y remate valiente de Juan Junquera. Para morirse y haber cumplido. El arte trasmite emocionalmente. Por eso tanto aficionados cabales como público asistente se funden en un estruendoso aplauso que impacta directamente sobre la línea de flotación humana de Alejandro, motivándolo más si cabe. Y la motivación era máxima. El de Zamora era el único acontecimiento flamenco del mundo que se le resistía. Continúa con cuatro fandangos: Joaquín El Limpia, Pepe Palanca, Chato Méndez y uno muy personal, tanto que es de su propia cosecha. Canela y Carrión están sublimes y el monumental auditorio lo entiende y se lo premia a ambos. Quedaba más. Soleá por bulería. De descubrirse. Y despedida con una extensa muestra docente de bulerías acompañado por sus hijos. Para los anales de la historia del flamenco. A Alejandro le quedan muchas visitas a la Andalucía del Norte.
Segunda parte. Juan Peña Fernández, El Lebrijano y grupo. Y qué grupo: A la guitarra su sobrino Pedro Peña. A la percusión Agustín Heinke y a las palmas y jaleos, el notable debutante en nuestra tierra Juan Reina y el ya conocido y apreciado Juanito El Indio.
Lebrijano llega a Zamora, literalmente arrastrándose después de su angustioso e imprevisible pase por el quirófano. Muchas voces autorizadas lo habían reclamado. Lo habían reclamado, y no sin razón. Uno de los grandes mitos actuales del flamenco en activo, y que ha sido habitual entre nosotros en Festivales y otro tipo de convocatorias flamencas, ¿Cómo es qué no se le trae de nuevo? Aquí está. Mejor momento imposible. Acaba de grabar el disco de su vida, después de más de una treintena de ellos. Disco dedicado y basado en la obra del premio Nobel Gabriel García Márquez, marcando un antes y un después en el flamenco. Está construido sobre prosa. Pues aquí lo tenemos en Zamora. Esta es una de las ofrendas de la organización al respetable público zamorano.
Juan y su grupo nos hacen un revoltijo musical que no solamente suena bien, si no que encandila al auditorio, incluyendo en esa menestra musical, como suele ocurrir, pasajes del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Acogida entrañable del numeroso público. Siguen cantiñas personales, soleares. Seguiriyas, con las que como cabía esperar, solo su grandiosa profesionalidad hace que las supere dificultosamente. Intenta piruetas imposibles con los dificilísimos cantes de Paco La Luz, Manuel Cagancho, y el no va más con el cambio de María Borrico. Siguen bulerías, “Granada” y “Cante por galeras”. Se le tributa cariñosamente su inmenso comportamiento profesional. Descanso.
El especial, y distinto Antonio Canales inunda el magistral escenario. Al cante estaban, Antonio El Rubio y Leo Treviño. Percutiendo, Amador Losada. Y en el baile de recambio, la catalana Mónica Fernández. Canales lo hemos comparado con el fenómeno Camarón. Marcan un antes y un después por su contribución artística, pero muchos de sus seguidores se pierden en el éter de lo insulso y de lo esperpéntico. Antonio es línea divisoria, y por eso tenía que hacer el Festival de Zamora. Como lo hizo Camarón, convocando a un público, que al menos por curiosidad cultural debe de acercarse y conocer el arte jondo, que es sin ningún género de dudas de lo más dificultoso, complejo y exquisito que haya desarrollado el ser humano a lo largo de su evolución. Y es eminentemente español. Después que decida si sigue consumiendo flamenco o no.
Anunciada la próxima gran cita flamenca de nuestra provincia para el próximo 19 de Julio en Morales del Vino, con su IV Festival, se cerró este superior cartel del dos mil ocho.

Félix R. Lozano.