viernes, 26 de octubre de 2007

El flamenco en Caja Duero confirma las expectativas.

Como vaticinamos el pasado martes en estas mismas páginas, cabía la posibilidad de que El Zambo se “enduendara”. Y se enduendó. Vaya que si se enduendó. Es decir, que se sintiera a gusto y lo diera todo sin reserva, sin límites, con generosa e infinita entrega. Sin duda su actuación, opinión compartida por los cabales presentes, ha sido de lejos la mejor que ha tenido en Zamora. Y eso que la privada y primera, en la Peña Flamenca, y la del Festival de San Pedro del pasado año, merecen pasar a los anales del arte jondo. Se encontraba en su salsa, tanto encima del escenario acompañado por la impecable maestría tocaora del joven Manolo Herrera, como en el patio de butacas con un público en perfecta comunión con los oficiantes. Pero vayamos por partes.
Empieza el acto, como todas las “Aulas” de este ciclo con el conferenciante, en esta ocasión el designado fue el docente, periodista y escritor Antonio Parra Pujante. Resultando desde su modestia escénica, claro, conciso y breve. A varios nos supo a poco. Pero el guión es el guión y a los oradores se les marcan tiempos que no deben de sobrepasar la veintena de minutos. La intervención de Antonio duró veintidós y medio, presentación de los artistas incluida. Habló sobre los mitos que rodean a la aparición del flamenco, el desarrollo del baile como primogénita manifestación artística orientada al espectáculo, y su universalidad: “De siempre el flamenco ha sido universal, porque trata sobre las emociones humanas…”. Lo dicho, ameno y con sustancia.
Empieza la parte musical, como se ha comentado, con un Zambo muy metido en faena y un Manolito Herrera henchido de profesionalidad acompañante. Bulerías por soleá. Público en el bolsillo y premio con rotunda ovación. Dos malagueñas. La de Enrique El Mellizo primero y la de Antonio Chacón después. Ambas precedidas, como el singular Pepe Marchena popularizara, por la granaina. Más aplausos derramados de forma generosa por los presentes. Rompe a sudar y “pide disculpas” para quitarse la chaqueta. Se le conceden. Soleares. Primera de Alcalá y segunda de Juaniquí de Lebrija, versionada por la Piriñaca. Y por él. A partir de la tercera, en el filo de la navaja de las soleares y las bulerías por soleá, personalísima y genial interpretación, con mezcolanza de tercios donde se podían entresacar aromas trianeros para la tercera y cuarta, Alcalá quinta y octava, Curro Frijones sexta, séptima y novena, Ramón el Ollero décima, Andonda décimo primera y cierre con soleariya. Varias de ellas nuevas en su repertorio, lo que significa, cosa que nos ha asegurado en varias ocasiones, que esta trabajando duro y constante. Ovación apoteósica, prolongada y con el público puesto en pié. Sigue por tientos para finalizaros por tangos de Ramón el Portugués versionados por Camarón. Nuevamente el auditorio se lo premia puesto en pié. Encara la tanda de seguriyas para alcanzar “la gloria bendita”. Impecable ejecución. La primera de Manuel Molina, con influencias de Paco La Luz y versionada por Manuel Torre. La segunda de Diego Marrurro también del tronco de Paco La Luz, la tercera del Loco Mateo y la última de Juanichi El Manijero. Esta última, que se la hemos escuchado en otras ocasiones en privado, por lo que tenemos buena referencia, podemos afirmar lo manifestado para con las soleares: Luís está trabajando duro para superarse cada día. Ovación apoteósica que da entrada a las bulerías cerrando una magistral noche de cante como hacía tiempo no se degustaba.
Félix R. Lozano.

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