Con la publicación, en 1955, del libro Flamencología de Anselmo González Climent, se iniciaba en la historia del flamenco una nueva etapa histórica, que se ha denominado precisamente de la Flamencología. Etapa que se ha caracterizado por la defensa y exaltación del flamenco como hecho cultural, con creación de cátedras e instituciones, y con el inicio de todo tipo de publicaciones. Como manifestación artística el flamenco afloró hacia una tendencia neoclásica con recuperación histórica. Un camino que llevaría al reconocimiento universal con que hoy cuenta el mismo.
Como bases artísticas en la evolución y desarrollo de esta etapa hay que señalar tres apartados fundamentales: la discografía, con rescate de voces y estilos históricos, los concursos, que a imitación del de Granada de 1922, si inician con el Nacional de Córdoba a partir de 1956, lo que supuso el nacimiento de nuevos valores artísticos; y por último los festivales.
Los festivales flamencos globalmente han sido sumamente positivos, sobre todo porque han significado un acercamiento del flamenco a grandes públicos, lo que ha supuesto también la forma ideal para que los intérpretes puedan vivir dignamente con remuneraciones comparables a la de otros géneros artísticos. Estos espectáculos, por regla general celebrados en verano y en recintos al aire libre han sobrepasado los límites de Andalucía, extendiéndose por gran parte de la geografía española y hasta algunas ciudades del extranjero. En algunos años se han llegado a celebrar más de dos centenares de ellos. Y gran parte están alimentados, impulsados y organizados por peñas flamencas. Tal es el caso del Festival de Zamora, que desde 1971, por iniciativa de la Peña Amigos del Cante de Zamora, en muchas de sus ediciones, viene celebrándose dentro de las Ferias y Fiestas de San Pedro.
Con este motivo, y a la vista de la reciente crisis que presentan algunos festivales andaluces, con espectáculos maratonianos y el descontrol masivo de asistentes, quiero resaltar el gran mérito de la afición responsable, que se da tanto en Madrid como en otras ciudades castellanas, a la hora de programar y celebrar sus festivales flamencos, algo que los buenos aficionados siempre agradecemos. Estamos seguros que el de Zamora este año tampoco nos defraudará. Gracias.
Los festivales flamencos globalmente han sido sumamente positivos, sobre todo porque han significado un acercamiento del flamenco a grandes públicos, lo que ha supuesto también la forma ideal para que los intérpretes puedan vivir dignamente con remuneraciones comparables a la de otros géneros artísticos. Estos espectáculos, por regla general celebrados en verano y en recintos al aire libre han sobrepasado los límites de Andalucía, extendiéndose por gran parte de la geografía española y hasta algunas ciudades del extranjero. En algunos años se han llegado a celebrar más de dos centenares de ellos. Y gran parte están alimentados, impulsados y organizados por peñas flamencas. Tal es el caso del Festival de Zamora, que desde 1971, por iniciativa de la Peña Amigos del Cante de Zamora, en muchas de sus ediciones, viene celebrándose dentro de las Ferias y Fiestas de San Pedro.
Con este motivo, y a la vista de la reciente crisis que presentan algunos festivales andaluces, con espectáculos maratonianos y el descontrol masivo de asistentes, quiero resaltar el gran mérito de la afición responsable, que se da tanto en Madrid como en otras ciudades castellanas, a la hora de programar y celebrar sus festivales flamencos, algo que los buenos aficionados siempre agradecemos. Estamos seguros que el de Zamora este año tampoco nos defraudará. Gracias.
José Blas Vega, escritor y flamencólogo.
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