jueves, 15 de abril de 2010

Este año tres celebraciones en Jerez: Tío Borrico, La Macarrona y Tío José el de la Paula.

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JEREZ, este año, celebra tres aniversarios.

Uno de ellos es redondo:
los cien años del nacimiento
de Tío Borrico. Pero el primero
en lejanía temporal es el
150 aniversario de La Macarrona. A él le siguen
los no menos celebrables 140 años
que cumpliría en 2010 Tío José de Paula.
Un trío de ases que contribuyeron a hacer
grande la historia del flamenco jerezano.
Comienza este recuerdo por orden cronológico.
Juana Vargas ‘La Macarrona’, bailaora
desencinte de Tío Juan y Tío Vicente
Macarrón, hija del guitarrista Juan de Vargas
y de la cantaora Ramona de las Heras y hermana
de María La Macarrona, nació en 1860
y falleció en Sevilla en 1947. Cuenta el Diccionario
Enciclopédico Ilustrado de José
Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz que se inició
siendo muy niña en la vida artística de su
ciudad natal.
Juan de la Plata transmite datos de sus
comienzos: “Aún no tenía Juana los siete
años cumplidos, cuando ya sus padres la
exhibían por Jerez, bailando prodigiosamente
sobre una mesa. Delante de los tabancos
y en cualquier lugar, donde hubiese
más de tres personas reunidas, solía montarse
la función. La madre cantaba, el padre
acompañaba con la guitarra y Juana, la
pequeña Juana, morenita como la canela,
bailaba salerosamente. Luego, a pasar la
bandeja”. A los ocho años fue contratada
para actuar en el café sevillano de La Escalerilla,
volviendo luego a Jerez. Allí la vio
bailar una noche Fernando Ortega ‘El Mezcle’,
que logró que la contrataran en el Café
de las Siete Revueltas en el que estuvo 2
años. Después de esto se fue a trabajar a
Barcelona. Cuando volvió a Sevilla tenía
ya 16 años y fue contratada en El Café de
Silverio y de allí pasó al Burrero.
En 1889 debuta en París, en el Gran
Teatro de la Exposición, donde suscitaría
el entusiasmo del entonces Sha de Persia,
quien, según publicó Diario de Cádiz el 12
de enero de ese año y reproducen diversas
fuentes, llegó a decir: “Esta graciosa serpiente
es capaz de hacerme olvidar a todas
mis almées de Teherán”.
Volvió a la capital francesa en 1912 para
ofrecer una única actuación. Por entonces
ya era una institución. Seguiría bailando en
cafés cantantes como el sevillano Novedades,
el Kursaal o el Variedades.
Cuenta El Olivo que Antonia Mercé la
Argentina, después de ver bailar a Juana la
Macarrona por alegrías durante el Concurso
de Granada de 1922, se arrodilló a sus pies,
la descalzó y se llevó sus zapatos. Ese mismo
año participó en el espectáculo Ases del arte
flamenco, en el madrileño Ideal Rosales, con
La Antequerana, Faíco, El Estampío, El Mochuelo
y Ramón Montoya. Tras actuar en
1925 en Sevilla, realiza al año siguiente una
gira por la geografía española para recalar
en 1926 de nuevo en Madrid.
Continuaría actuando por toda España
hasta que en 1933 La Argentinita la lleva al
espectáculo Las calles de Cádiz. Finalizada
la guerra civil reaparece con el elenco de
Concha Piquer, interpretando la misma obra.
Poco antes de morir se le tributó un homenaje
benéfico en el Teatro San Fernando de Sevilla
en el que actuaron artistas de distintos géneros,
entre los que se encontraban Pepe
El Culata, La Malena, Naranjito de Triana y
Lolita Sevilla.
Considerada como una de las más destacadas
bailaoras de todos los tiempos, cosechó
encendidos elogios, entre ellos el de
Fernando de Triana: “Ésta es la que hace
muchos años reina en el arte de bailar flamenco,
porque la dotó Dios de todo lo necesario
para que así sea: cara gitana, figura
escultural, flexibilidad de cuerpo y gracia en
sus movimientos y contorsiones, sencillamente
inimitables. Cuando con su mantón
de Manila y su bata de cola sale bailando y
hace después de unos desplantes la parada
en firme para entrar en falseta, queda la cola
de su bata por detrás en matemática línea
recta; y cuando en los diferentes pasos de
dicha falseta tiene que dar una vuelta rápida
con parada firme, quedan sus pies suavemente
reliados en la cola de su bata, semejando
una preciosa escultura colocada sobre
delicado pedestal. ¡Ésta es Juana La Macarrona!
Todo cuanto se diga de su arte es
pálido ante la realidad”.
No menos expresivo se muestra Caballero
Bonald ante el arte portentoso de esta
mujer, según publica flamenco-world.com:
“Juana Vargas, la Macarrona, como ya había
hecho su antecesora Josefa Vargas, le injertó
al baile una antiquísima fuerza emotiva, llena
de feminidad y de gracia, como en las
soleares de su creación. Todo lo que había
en el interior de su cuerpo se le iba convirtiendo
en una cadencia sensual y estática.
Su expresividad era su misma sangre trastocada
en figuras de ardiente y alado estupor.
Y por la cintura, por los brazos, le subía el
chorro de la danza, puro y volcánico, desde
no se sabe qué hondos sedimentos, qué
milenarias civilizaciones”.
Los 140 años de Tío José de Paula
Cuenta el Diccionario Enciclopédico Ilustrado
del Flamenco que el cantaor Tío José de
Paula nació en 1870 y falleció en los primeros
años cincuenta. Se cumplen, pues, 140
años de aquel día en el que viera la primera
luz en Jerez de la Frontera.
Su trayectoria artística, asevera, se
desarrolló en las fiestas y reuniones íntimas.
“Personalísimo intérprete de seguiriyas y
soleares -continúa-, basándose en los cantes
de El Marrurro, creó unas seguiriyas
sumamente originales, tan jondas y cortas
como de una gran belleza estética”, que
tuvieron gran vigencia gracias a artistas
como Tía Anica La Piriñaca, que compartió
con él actuaciones en el ámbito familiar de
los cortijos y de los patios de las casas de
vecinos del jerezano barrio de Santiago.
En su recuerdo abre en su tierra natal una
peña que lleva su nombre y que desarrolla
un intenso programa de actividades en el
que no falta el recuerdo al cantaor.
Juan de la Plata, en su libro Flamencos
de Jerez (1961) escribe sobre su personalidad
artística: “¿Qué jerezano que escuchara
cantar a Tío José de Paula ha podido olvidar
sus soleares? Tío José de Paula fue un maestro
que hizo llorar con la emoción contenida
de sus cantes cortitos. Sus coplas aún andan
por el recuerdo. ¡Cómo las decía! Muy viejecito
era Tío José cuando nosotros le escuchamos
por vez primera, allá por los años
La Macarrona, en uno de
los retratos de la ‘Galería
de figuras históricas del flamenco’,
de Carmen Córdoba.
Fondos del Centro
Andaluz de Flamenco.
En el Recuerdo cuarenta y tantos. ¡Tantas veces habríamos
de escucharle después! Y siempre, dejándonos
en los labios el regusto a miel de su
cante jerezano, añejo y puro”.
Centenario de El Borrico
Pero quizá la fecha más redonda es la que
alcanza el nacimiento del cantaor Gregorio
Manuel Fernández Vargas, El Borrico, que
vino al mundo en 1910 y falleció en 1983.
Hijo de El Tati y sobrino de Juanichi El Manijero,
contaba él mismo que su apodo “en
realidad yo no me lo puse, pues un día,
cuando estaba cantando, uno de los invitados
me gritó: ¡Anda, hijo, que cantas más
fuerte que un borrico! Desde entonces
todos me llaman El Borrico y con este nombre
me he quedado”.
Trabajador campesino, comenzó alternando
sus actuaciones en fiestas y reuniones
con su labor agrícola. Pero al ser cada vez
más solicitada su presencia cantaora decidió
dedicarse al cante de manera profesional.
En su juventud actuó en distintos teatros y
ferias de la provincia, con un elenco en el
que todos los y las artistas eran jerezanos:
la muy entonces joven Lola Flores (en sus
comienzos artísticos), Paco Espinosa, El Batato
y Luisa La Torrán entre ellos.
Dice el Diccionario Enciclopédico Ilustrado
del Flamenco de José Blas Vega y Manuel
Ríos Ruiz que su trayectoria se centró principalmente
en las actuaciones en ventas y
colmaos de su ciudad natal, con esporádicas
salidas a Sevilla, donde en cierta ocasión
coincidió con Pepe Pinto y Pastora Pavón,
concretamente en la Venta Casablanca. Narró
El Borrico este encuentro a José Luis Ortiz
Nuevo en una entrevista publicada en Tierras
del Sur el 12 de septiembre de 1977, según
reproduce el Diccionario: “Una vez nos fuimos
a Sevilla unos cuantos y había una venta que
se llamaba Casablanca, y ocurrió que estaba
yo en una caseta de feria y vino Buchitos y
me cogió a mí, cogió al Pinto, cogió a la Pastora
y nos fuimos a esta venta, y en la venta
nos metimos en un reservado y yo, claro,
entre tan buenos cantaores tenía poca costumbre
de reunirme, y dio la casualidad de
que aquella vez me junté con esos señores,
y a mí se me ocurría de vez en cuando salir
a verter aguas al retrete, porque estaba pensando
en las letras y en cómo estaba cantando,
eso se llama que estaba un poco nervioso
porque estaba entre cantaores cuajaos…
y estando en el retrete, escuchando
la guitarra desde el retrete, se me ocurrió un
cante de José el de Paula, el hermano del
abuelo del torero, se me ocurrió un cante por
seguiriyas y de verdad que salí corriendo para
el reservado y le dije al tocaor: Gutiérrez, sigue
ahí en ese tono… y aún desde aquel tiempo,
que hace ya lo menos veinte años de esto,
se está mentando cómo canté por seguiriyas.
No es que cantara yo mejor que los demás,
pero me salió ese cante de José el de Paula,
y el cante de Paco la Luz, corto, por seguiriyas,
y lo hice a la perfección. Y todavía se está refiriendo
aquella fiesta de Casablanca de Buchitos,
que ni yo mismo me di cuenta de
cómo canté, cómo me salió el cante de Paco
La Luz y de José el de Paula”.
En 1967, Juan de la Plata y Manuel Ríos
Ruiz le convencieron para que interviniera
con su sobrino Parrilla de Jerez a la guitarra
en los Cursos Internacionales de Arte Flamenco
de la Cátedra de Flamencología, “causando
sensación sus bulerías por soleá”. Y
después participó en la Fiesta de la Bulería,
ganando la Copa Jerez. Estos dos éxitos,
con 57 años de edad, le hicieron cambiar su
proyección artística, tomando parte en festivales
y ciclos de divulgación del género y
realizando grabaciones discográficas y televisivas,
entre las que sobresalen su participación
en el disco Canta Jerez y en la serie
Rito y Geografía del Cante, dejando un legado
jondo de primera magnitud.
Tras su muerte se celebró un festival homenaje
en Sevilla. El 10 de marzo de 1984
se puso su nombre a una calle de Jerez y se
presentó un libro con sus memorias, recogidas
por José Luis Ortiz Nuevo. Como colofón,
un festival flamenco en el que destacados
intérpretes -entre ellos El Sordera, Antonia
La Marchena, María Soleá, Tía Anica
La Piriñaca, Tía Juana la del Pipa, Rubichi,
El Garbanzo, El Gordo, El Carbonero, José
Luis Balao y Pepe Moreno- quisieron rendir
su personal tributo a su maestría.
Para culminar este recuerdo, sirvan de
magnífico cierre las palabras de Ángel Álvarez
Caballero, reproducidas en el Diccionario:
“Aquí nos queda su cante, con
toda su profundidad, su pureza, su hondura.
No fue mucho lo que grabó El Borrico,
pues llegó ya maduro a una efímera fama,
pero lo que dejó en el microsurco es, en
general, de gran calidad. En cualquier caso
están los palos en que el cantaor fue verdaderamente
grande –bulerías, soleares,
seguiriyas, tangos, bulerías por soleá- y
unas insólitas alegrías en que brilla igualmente
el eco de un raro y oscuro genio. El
cante del Tío Borrico era esa clase de cante
que no puede morir”.

Aida R. Agraso

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