El cantaor jondo Chano Lobato fallece a los 82 años tras una vida entera dedicada a acompañar a bailaores y rematada como una gran figura.
Con el fallecimiento del cantaor Chano Lobato (Juan Ramírez Sarabia, 1927), se ha ido uno de los últimos exponentes del cante jondo, uno de los postreros representantes de una estirpe racial y visceral que se va extinguiendo con el devenir, un superviviente de otra era más difícil y genuina.
Chano Lobato expiró la noche del domingo en su casa de Sevilla en la cama, a los 82 años, debido a un fallo cardíaco tras una larga enfermedad agravada por la diabetes. Su cuerpo será incinerado hoy en el cementerio hispalense y después sus cenizas se esparcirán en dos barrios cañís: el de Triana, sito en Sevilla, y el de Santa María, en Cádiz, donde nació.
Aunque muchos lo creen y así lo parecía, Chano no era gitano. Pero aprendió de los calés. Huérfano desde chaval, era rubio e hizo sus pinitos en las difíciles tabernas y se asomó a los tablaos gaditanos. Cuando se mudó a Madrid se profesionalizó y se convirtió en un solicitado 'cantaor de atrás', o sea los que acompañan a los bailaores. Así escudó a Alejandro Vega, viajo con Antonio -dos décadas en las que visitó los cinco continentes-, con Matilde Coral, a su propia esposa Rosario La Chana, Carmen Amaya o Manuela Vargas.
Era un cantaor completo, capaz de entonar lo trágico, y su especialidad eran los palos más coloristas y festivos, desde los cantes de ida y vuelta a las alegrías y tanguillos. Además tenía fama de gracioso pues en directo no tardaba en atrapar al público mediante complicidad, campechanería y anécdotas. Aunque había ganado bastantes premios prestigiosos, la oportunidad le llegó muy tarde, cuando iban desapareciendo otros grandes y él pudo encarnar la figura del cantaor racial.
Pisó los tablaos cuando el flamenco no iba ni a la universidad ni a los conservatorios. En 2003 contrastaba el estatus del flamenco de ayer y de hoy: «Lo que echas de menos lo suple la categoría que el flamenco ha tomado ahora. En aquella época era muy malo ser artista, costaba mucho. Esto ha tomado un cariz... Hoy hay una grandeza... Yo me voy a ir, porque me tengo que ir, es ley de vida, con la satisfacción de que dejo el flamenco con una categoría muy buena».
A pesar de su carácter subalterno, Chano Lobato ganó el Concurso Nacional de Córdoba en 1974, en 1986 le concedieron la III Distinción Compás del Cante por su trayectoria artística, y en 1996 recibió la Medalla de Plata de Andalucía por toda su vida dedicada al flamenco. Tímido a pesar de su existencia ambulante, su carrera como 'cantaor de adelante' comenzó muy tarde, con álbumes en solitario como 'La nuez moscá' (96) y 'Azúcar cande' (00).
Toda su vida ha estado unida al flamenco. Se casó con la bailaora Rosario La Chana y sus hijos Antonio Ramírez y Chanito o Chano Ramírez, son tocaores. Chano Lobato fue un intérprete jondo que aún subía a los escenarios a edad avanzada, igual que hicieron en su senectud el bluesman John Lee Hooker o el sonero Compay Segundo. Chano seguía cantando porque sentía el cariño del público. Decía: «Me subo ahí y me crezco». Y añadía: «Si me quitaran de los escenarios me moriría».
[Vía El ideal digital]
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