Nos ha dejado el último baluarte por los cantes de Cádiz en tan señalado día de Domingo de Ramos. No importa que no haya sido el de Resurrección. Juan Miguel Ramírez Sarabia o lo que es lo mismo Chano Lobato, por antecedente familiar de su padre Sebastián José Ramírez Lobato, estará siempre entre nosotros. Decir el último gran representante de los cantes de Cádiz es decir mucho. Es cargar con el peso de uno de los tres epicentros cantaores de la larga historia del flamenco junto con Triana y Jerez. Chano, nace el 7 de Diciembre de 1927 en la calle Botica, “tirando hacia arriba, hacia Campo del Sur”, muy cerca de la famosa Tienda del Mataero, hoy lugar donde se encuentra la Peña de La Perla, y otrora cátedra de los grandes iconos del flamenco gaditano. Y también de Chano. “Barrio de Santa María / que desgrasiaito fuiste / con la gracia que tu tienes / y las bombas que recibiste”. Este barrio flamenco hasta el tuétano, sigue viviendo bajo la advocación del “Greñuo” y sigue poseyendo toda la sal, y el salero lleno de La Bahía.
Chano, y los cantes de Cádiz son otra cosa. Preñados de jondura, gracia, compás, donosura y elegancia picarona, se extienden en un “continum” que oscilan entre las soleares más harmoniosas del Mellizo a las más valientes del Guanté. De las delicadas seguiriyas de Francisco La Perla a las extremadamente creativas de Curro Durse. Desde la transformación de la jota en alegrías, a la creación de los tientos. Desde la malagueña con más sonido a música celestial a los tanguillos populares. Pero además, la tacita es crisol necesario para decantar los llamados, por Antonio Murciano, “cantes de ida y vuelta”. Sin Cádiz esos sones criollos no serían flamenco, simplemente no existirían. Y si Cádiz ha sido el alambique, Chano ha sido su mejor intérprete y su mejor caja de resonancia internacional.
Cádiz, y Chano también, son chirigota permanente, danza en estado puro, arte, color, calor y música a raudales. Y a Chano no le hizo falta ser gitano para cantar jondo y pasado de compás. Por eso se lo rifaron siempre todos los avispados, y avispadas, referentes del baile, sin ir más lejos Antonio El Bailarín después de tener diez años a Mairena, tuvo veinte a Chano. Pero también le cantó a Carmen Amaya, Pilar López, Alejandro Vega, o Matilde Coral entre otras muchas figuras destacables. Hasta el extremo de que no somos pocos los que consideramos al maestro de Santa María como el máximo exponente del cante para baile.
Chano aprende directamente de Sellé, José El Morcilla nieto del Mellizo, Ignacio Ezpeleta, Pericón, Tía Luisa La Butrón, Rosa La Papera y su hija La Perla, Manolo Vargas, Antonio El Herrero, como referentes modélicos más destacados. Suficiente nómina para ser el último referente de los cantes de Cádiz. Ahora únicamente nos quedan el Yeyé y Juan Villar como depositarios de esos caros cantes de La Bahía.
Su “despido” de la afición zamorana el se produjo el 25 de Marzo del 2006, acompañado de la guitarra del Niño Elías y con motivo del cuatrocientos aniversario del Teatro Principal. Su presencia fue una clara apuesta de su director Daniel Pérez, coronada con una de sus más exitosas presencias en Zamora, donde habitualmente se sentía “como en casa”. También la afición lo consideraba como propio. La anécdota de esta presencia vino dada por “el préstamo” que Eduardo Abril tuvo que hacerle de su gorra visera para que el genial cantaor resguardara su cabeza de la fría noche zamorana. La vez anterior que desparramó, gracia, salero y cante por derecho, ocurrió en el Festival de San Pedro del 2004. Entre medias, lo pudimos disfrutar en olor de multitudes, asistiendo al homenaje tributado por toda la ciudad de Cádiz y, el correspondiente descubrimiento de una placa en su casa natal del patio de vecinos de la mencionada calle Botica. Homenaje al que asistió como una moza su nonagenaria madre Carmen Sarabia Guillén; auténtica heroína de la época obligada a sacar adelante a Juan Miguel y cuatro hijas más con edades inferiores a los quince años.
Las gloriosas cenizas de Chano, producto de la incineración, se reencontrarán con tan legendario barrio gaditano, otra pequeña porción con la fecunda Triana, por la proximidad con Los Remedios donde llevaba varios años viviendo, y su imborrable recuerdo se mantendrá para siempre en nuestro mejor territorio de memoria flamenca.
Félix R. Lozano, Peña Flamenca "Amigos del Cante". Zamora.
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