El Lebrijano, Soleares.
Treinta y ocho veces. Se dice luego. Ya le gustaría a muchas grandes ciudades andaluzas, al menos considerablemente mayores que la nuestra, hablar no de esa cifra, seguro que se conformarían con la mitad. XXXVIII Festival Flamenco de Zamora. Una cifra que nos llena de orgullo a los zamoranos, no sabemos si tanto o más que a los alaveses su ciclo de jazz, o a los donostiarras su cita con el cine o a los ovetenses con los premios en honor al Príncipe. Y es que nuestro Festival se ha convertido en icono imprescindible de nuestras Ferias y Fiestas de San Pedro. Y además es referencia nacional obligada en lo que a arte flamenco se refiere.
Este año la organización, que como viene siendo usual es responsabilidad de La Peña Flamenca, ha decidido poner el acento en el baile. Y lo hace a lo grande con la compañía de Antonio Canales. Antonio Gómez de los Reyes, sevillano del 61, descendiente de artistas de la factoría flamenca trianera y, bailarín y bailaor controvertido, es desde la desaparición de Antonio Gades, el bailaor más hegemónico del panorama actual. Independientemente de que guste más o menos. O nada. Pero es el artista escénico, que de lejos, más influencia ha ejercido en las generaciones posteriores. Sobre todo a partir de su coreografía “Torero”. Desde el año 94, en que se estrenó, la ha representado más de 700 veces. Pues bien, ese es el año, esa es la obra y Antonio Canales es el referente, que al igual que ocurriera con el fenómeno Camarón, ha inspirado a una pléyade de imitadores, que con mejor o peor fortuna incorporan a sus repertorios o mal imitan sus formas. Por eso hay que hablar de un antes y de un después del sevillano y de su referida obra. Y por eso se puede y se debe de decir alto y claro que las formas de Antonio Canales son ya fondo de este arte universal que es el flamenco. Canales actuará esta noche arropado por su compañía habitual que como es lógico estará formada por los mejores en su nivel. Sin duda el mayor lujo del cartel para un festival que en si mismo lo es de forma habitual.
El cante correrá a cargo de tres excelentes artistas de dilatada carrera profesional pero de momentos vitales diferenciados.
Juan Peña Fernández, El Lebrijano, a estas alturas de la vida y de la profesión no tiene que demostrar nada. Y menos en Zamora que lo conocemos y hemos seguido su evolución como en pocos lugares del mundo. No tiene que demostrar nada ni necesita presentación, porqué Juan Peña es una referencia de lo español que produce vértigo planetario. Desde hace ya muchos años no tiene que demostrar nada y sin embargo de vez en cuando lo hace. Como ocurrió, sorprendiendo a propios y extraños, en el año 85 con la salida al mercado discográfico de su trabajo “Encuentros” con Paco Cepero y la Orquesta Andalusí de Tánger; o en el 91 con “Persecución”; o hace poco más de un mes, en su disco número 35, poniéndole musicalidad flamenca a textos en prosa. ¡Qué excelente ocurrencia!. Pero no a una prosa cualquiera. “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quién le escriba”, o “La Cándida Eréndira”, por poner tres ejemplos, están representados. Todo un homenaje a una amistad que viene de largo con Gabriel García Márquez. El Premio Nobel proporciona también el título: “Cuando Lebrijano canta se moja el agua”. Portada del disco que en forma de cartel se puede contemplar en los numerosos “tótem” repartidos por la ciudad.
El otro debutante junto con Antonio Canales es Alejandro Segovia Camacho, El Canela de San Roque. Apodo que recibe de su abuelo y apellido de su localidad de nacimiento en el Campo de Gibraltar. Emparentado con el excelente e injustamente ignorado cantaor Jarrito, Alejandro es el mejor y más cabal cantaor de soleares de la actualidad. Y como es sabido, este palo vertebral, “la reina del cante”, es la medida paradigmática por la que se miden a los grandes cantaores. A los que marcan diferencias y establecen pautas para la historia musical (Fondo) de este excelso arte. Canela le tiene muchas ganas al Festival de Zamora. El año pasado fue cuando más se acercó en el de Morales del Vino, y la preparó. Vaya si la preparó, con su tanda de siete soleares, cuatro seguiriyas, tres fandangos y una generosísima y sembrada entrega por bulerías con homenaje incluido a Antonio Mairena, le pusieron la guinda al suculento pastel de La Tierra del Vino. Lo hemos dicho y lo repetimos. El Canela es el más aventajado y mejor albacea del legado artístico del maestro de los Alcores. Tercera razón para estar esta noche en la Puerta del Obispo.
Eloísa Jiménez Domínguez, Elu de Jerez, cantaora emergente pero sobradamente hecha y asentada. Hermana menor de Salmonete de quién, afortunadamente para ella y para el arte flamenco, sólo se le parece en el excelente metal de voz, en la jondura de su interpretación, en su condición de cantaora larga y en su marcado eco y compás gitano, pese a ser paya. Ya estuvo en nuestro Festival, pero eso ocurrió hace varios años. Desde entonces ha llovido mucho y el cante de La Elu, cual solera de Palomino Fino se ha decantado, ha cogido cuerpo y sus esencias traspasan nuestros sentidos para acercarnos a la gloria del cante más racial y brioso de mujer. Cuarta razón.
La quinta, sexta y séptima vienen de las virtuosas manos de los tocaores.
Pedro Peña, hermano mayor del Lebrijano y magnífico guitarrista. En este caso el mejor posible para esa talla monumental del flamenco que es Juan.
A Antonio Carrión, junto con Pascual de Lorca, a los que los zamoranos conocemos sobradamente por su continuada presencia, tanto en la capital como en las trascendentales citas de la provincia, los hemos incluido en varias ocasiones en ese grupo de excelentes tocaores, no más de una docena, en un momento histórico para la guitarra flamenca: Su edad de oro. Sobran más comentarios.
Y nada más que decir sobre las siete razones para disfrutar del magno espectáculo de música y danza flamenca. Siete, número mágico donde los haya que nos trasladará, desde lo terrenal a lo celeste, pasando por el multicolor arco iris de lo jondo. ¡Qué el tiempo acompañe!
Este año la organización, que como viene siendo usual es responsabilidad de La Peña Flamenca, ha decidido poner el acento en el baile. Y lo hace a lo grande con la compañía de Antonio Canales. Antonio Gómez de los Reyes, sevillano del 61, descendiente de artistas de la factoría flamenca trianera y, bailarín y bailaor controvertido, es desde la desaparición de Antonio Gades, el bailaor más hegemónico del panorama actual. Independientemente de que guste más o menos. O nada. Pero es el artista escénico, que de lejos, más influencia ha ejercido en las generaciones posteriores. Sobre todo a partir de su coreografía “Torero”. Desde el año 94, en que se estrenó, la ha representado más de 700 veces. Pues bien, ese es el año, esa es la obra y Antonio Canales es el referente, que al igual que ocurriera con el fenómeno Camarón, ha inspirado a una pléyade de imitadores, que con mejor o peor fortuna incorporan a sus repertorios o mal imitan sus formas. Por eso hay que hablar de un antes y de un después del sevillano y de su referida obra. Y por eso se puede y se debe de decir alto y claro que las formas de Antonio Canales son ya fondo de este arte universal que es el flamenco. Canales actuará esta noche arropado por su compañía habitual que como es lógico estará formada por los mejores en su nivel. Sin duda el mayor lujo del cartel para un festival que en si mismo lo es de forma habitual.
El cante correrá a cargo de tres excelentes artistas de dilatada carrera profesional pero de momentos vitales diferenciados.
Juan Peña Fernández, El Lebrijano, a estas alturas de la vida y de la profesión no tiene que demostrar nada. Y menos en Zamora que lo conocemos y hemos seguido su evolución como en pocos lugares del mundo. No tiene que demostrar nada ni necesita presentación, porqué Juan Peña es una referencia de lo español que produce vértigo planetario. Desde hace ya muchos años no tiene que demostrar nada y sin embargo de vez en cuando lo hace. Como ocurrió, sorprendiendo a propios y extraños, en el año 85 con la salida al mercado discográfico de su trabajo “Encuentros” con Paco Cepero y la Orquesta Andalusí de Tánger; o en el 91 con “Persecución”; o hace poco más de un mes, en su disco número 35, poniéndole musicalidad flamenca a textos en prosa. ¡Qué excelente ocurrencia!. Pero no a una prosa cualquiera. “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quién le escriba”, o “La Cándida Eréndira”, por poner tres ejemplos, están representados. Todo un homenaje a una amistad que viene de largo con Gabriel García Márquez. El Premio Nobel proporciona también el título: “Cuando Lebrijano canta se moja el agua”. Portada del disco que en forma de cartel se puede contemplar en los numerosos “tótem” repartidos por la ciudad.
El otro debutante junto con Antonio Canales es Alejandro Segovia Camacho, El Canela de San Roque. Apodo que recibe de su abuelo y apellido de su localidad de nacimiento en el Campo de Gibraltar. Emparentado con el excelente e injustamente ignorado cantaor Jarrito, Alejandro es el mejor y más cabal cantaor de soleares de la actualidad. Y como es sabido, este palo vertebral, “la reina del cante”, es la medida paradigmática por la que se miden a los grandes cantaores. A los que marcan diferencias y establecen pautas para la historia musical (Fondo) de este excelso arte. Canela le tiene muchas ganas al Festival de Zamora. El año pasado fue cuando más se acercó en el de Morales del Vino, y la preparó. Vaya si la preparó, con su tanda de siete soleares, cuatro seguiriyas, tres fandangos y una generosísima y sembrada entrega por bulerías con homenaje incluido a Antonio Mairena, le pusieron la guinda al suculento pastel de La Tierra del Vino. Lo hemos dicho y lo repetimos. El Canela es el más aventajado y mejor albacea del legado artístico del maestro de los Alcores. Tercera razón para estar esta noche en la Puerta del Obispo.
Eloísa Jiménez Domínguez, Elu de Jerez, cantaora emergente pero sobradamente hecha y asentada. Hermana menor de Salmonete de quién, afortunadamente para ella y para el arte flamenco, sólo se le parece en el excelente metal de voz, en la jondura de su interpretación, en su condición de cantaora larga y en su marcado eco y compás gitano, pese a ser paya. Ya estuvo en nuestro Festival, pero eso ocurrió hace varios años. Desde entonces ha llovido mucho y el cante de La Elu, cual solera de Palomino Fino se ha decantado, ha cogido cuerpo y sus esencias traspasan nuestros sentidos para acercarnos a la gloria del cante más racial y brioso de mujer. Cuarta razón.
La quinta, sexta y séptima vienen de las virtuosas manos de los tocaores.
Pedro Peña, hermano mayor del Lebrijano y magnífico guitarrista. En este caso el mejor posible para esa talla monumental del flamenco que es Juan.
A Antonio Carrión, junto con Pascual de Lorca, a los que los zamoranos conocemos sobradamente por su continuada presencia, tanto en la capital como en las trascendentales citas de la provincia, los hemos incluido en varias ocasiones en ese grupo de excelentes tocaores, no más de una docena, en un momento histórico para la guitarra flamenca: Su edad de oro. Sobran más comentarios.
Y nada más que decir sobre las siete razones para disfrutar del magno espectáculo de música y danza flamenca. Siete, número mágico donde los haya que nos trasladará, desde lo terrenal a lo celeste, pasando por el multicolor arco iris de lo jondo. ¡Qué el tiempo acompañe!
Félix R. Lozano
No hay comentarios:
Publicar un comentario