Encarnación Marín, La Sayago, ha estado en Zamora... Esto es un lujo, no solo para Zamora como tierra flamenca que se reivindica a sí misma cada día más, sino también para el mundo del flamenco en general porque, desgraciadamente, pocos hay que se acuerden de figuras como Encarnación hoy en día. Canta Sayago una letra de su cosecha que dice:
“La casita que yo vivo
tiene mu grande la puerta
pero no sé lo que le pasa
que por ella nadie entra”
No se me ocurre forma más gráfica de definir la soledad de los artistas que, como la Sayago, siguen tirando para adelante a pesar del olvido de muchos de los que se tienen por flamencos.
En la entrevista que le hizo
Dice Encarnación que cuando tenía diecisiete años fue a Sevilla a visitar a unas primas. Sevilla estaba toda engalanada y llena de militares (suponemos que debió ser durante la guerra civil por tanto) y ella se metió en lo que pensó que era una caseta de feria pero mucho más grande y bonita. El Hotel Alfonso XIII no es una caseta de feria... es un hotel de estilo neo mudéjar proyectado por Aníbal González para la exposición de 1929. Encarnación paseaba por la calle y escuchó una guitarra... como no la detuvo nadie se metió hasta un salón donde estaban Antonio el bailarín, Manolo Caracol, Lola Flores, el guitarrista Niño Ricardo y unos pocos más de artistas... ella no podía resistirse... ya estaba allí, había entrado como encantada por la guitarra así que se puso a bailar. En ese momento no le importó quien tenía delante, no le importó pensar en que su vestido y sus “babuchas” o alpargatas desentonaban con el lujo de los artistas consagrados que se divertían en aquella juerga. La Sayago bailó porque la música la atrapó desde
Así lo cuenta la Sayago,
Juan Diego M. Cabeza
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