“Mañana mismo me pondría a hacer Flamenco 3”
Carlos Saura lo reconoce, que es mucho lo que ha quedado fuera. Todos los que están en ‘Flamenco, Flamenco’ “deben estar, pero hay aún muchas cosas que hacer”. Y es por ese carácter que tiene el flamenco de partir del pasado, crecer en el presente y anticipar su futuro, es decir, por esa cualidad esencial de evolucionar y que, por cierto, tan relacionada está con su fusionada génesis. Precisamente, este es el eje del segundo documental musical que el cineasta español dedica al género: la evolución, lo joven, lo porvenir. No parece, por tanto, casual, que el filme se haya rodado en el que fuera Pabellón del Futuro de la Expo’92 de Sevilla. La estructura metálica del edificio es, de hecho, lo primero y lo último que se ve en la pantalla de esta película que se estrena esta semana en los cines españoles, tras desvelarse en Montreal, Shangai y Sevilla, y mientras sigue cerrando su agenda internacional.
'Flamenco, Flamenco' de Carlos Saura. Carlos Saura
“Yo no soy capaz de apreciar el avance que hay en la película, pero según los expertos ‘Flamenco, Flamenco’ muestra importantes novedades técnicas”, admite Carlos Saura. Y pone como ejemplo la soleá por bulerías de Paco de Lucía o el modo en que Diego del Morao acompaña a Montse Cortés. Considera que es el cante la modalidad más sujeta aún a la ortodoxia, pero resalta que “es el baile donde veo una mayor revolución”. Recuerda que ya en algunos de sus trabajos con Antonio Gades, se pusieron en marcha experimentos como prescindir de la música en algunas escenas y dejar el baile con un efecto muy “ceremonial”. Después, se han dado muchos más pasos. Y le llama la atención del baile de hoy, sobre todo, “el juego, la libertad, las posibilidades, esa manera de doblar el ritmo o abandonarlo, sin ningún miedo”.
Lo ve en el zapateado de Farruquito, que estaba a su lado en la presentación del filme ante la prensa madrileña. Para el bailaor sevillano, la intervención en esta película ha sido especial pues en la primera ‘Flamenco’, recibió la alternativa de manos de su abuelo Farruco, y en esta segunda entrega quien toma el testigo es su hermano menor Manuel Fernández Montoya ‘El Carpeta’, con una pieza por bulerías. “Aquello fue algo que quedó grabado para siempre. Yo no tengo la edad ni la genialidad de mi abuelo para hacer lo que él hizo, sólo puedo sentirme orgulloso de lo que ha hecho mi hermano a sus trece años, que es algo muy difícil”, apuntó.
La opción más vanguardista de la película la ofrece, sin duda, Israel Galván, con un ‘Silencio’ que sintetiza su personal lenguaje y su arriesgado camino. Saura habla también de Rocío Molina, “que baila de una forma impensable en el flamenco de hace unas décadas”. Ella lo hace con un garrotín extraído de su montaje ‘Cuando las piedras vuelen’. Y también el cineasta aporta sus propias innovaciones. Aunque sigue trabajando con los paneles translúcidos de ‘Sevillanas’ y la metafórica iluminación de Vittorio Storaro, a esta película se añade toda una pinacoteca sobre lo andaluz y lo flamenco, que abarca autores como Romero de Torres, Zuloaga o Doré, entre otros muchos. Una herramienta que establece un intrigante juego de miradas, además de una paleta cromática más amplia. También hay reflejos en superficies no sólo verticales, sino también pavimentales. Y hay efectos especiales como la lluvia que cae sobre Eva Yerbabuena cuando interpreta la ‘Canción de cuna’ que le canta Miguel Poveda. El director explica que “en este cine musical puedo experimentar y la maravilla es que trabajan ellos y yo soy, simplemente, un voyeur que, por respeto, trato de embellecer lo que hacen y colaboro a que el público lo vea de una forma más placentera”.
Y así, a veces la cámara baila con los bailaores, como en la elegante guajira que, cantada por Arcángel, bailan Rafael Estévez, Nani Paños y Patricia Guerrero; otras, se acerca hasta la misma respiración del cantaor, como en el desgarrador martinete de José Mercé; también hace al espectador partícipe de una fiesta privada, como sucede en los cautivadores tangos de Estrella Morente; le calza los trepidantes tacones de Sara Baras; le da a escuchar a voces tan nuevas como las de Ángeles Fernández, Encarna Anillo, Jesús Méndez o Carlos García; le descubre la cara serena de Niña Pastori homenajeando a Camarón; lo asoma al interior de los pianos de Dorantes y Diego Amador; o lo transporta al otro lado de los velos que cubren a las bailarinas de la austera marcha procesional coreografiada por Javier Latorre.
“Un fermento fantástico”
Aunque es evidente que ha habido un cambio generacional, que afecta a las actitudes, las presencias, los discursos. Recuerda Carlos Saura, siempre insistente en lo disciplinados y respetuosos que son los flamencos, que cuando llegó La Paquera al rodaje de ‘Flamenco’ y vio las caras atónitas de su gente ante toda la parafernalia técnica que les aguardaba en la antigua Estación de Córdoba, se volvió a ellos y les dijo: “Hacedlo mejor que nunca porque esto va a quedar para siempre”. Y bien lo saben esas “figuras venerables” que en ‘Flamenco, Flamenco’ representan el norte de este arte: Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía, Tomatito, Moraíto, José Mercé, Luis el Zambo… Y bien lo sabe el propio Saura, consciente de los valiosísimos testimonios que para la historia ha recogido en su filmografía de artistas que ya se fueron como Antonio Gades, Camarón, Lola Flores, Mario Maya o Fernanda de Utrera. Ahora viene el futuro. Y Carlos Saura, que aún se siente más aficionado que experto, se declara “muy optimista a partir de lo que he estado viendo: en el flamenco de hoy hay un fermento fantástico”.
Silvia Calado. Madrid, 15 de noviembre de 2010
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