El pasado sábado día 13 sobre las cinco y media de la tarde Fernando Fernández Pantoja, Terremoto Hijo, nos dejaba huérfanos de su excelso arte. El funeral se celebró el domingo a las cuatro de la tarde. Tenía cuarenta años.
La información la recibíamos telefónicamente por parte de Eduardo Abril, Yeyé de Cádiz y la confirmábamos irremediablemente en el excelente blog “La gazapera” del amigo Manolo Bohórquez.
La reciente vida de este magistral cantaor y mejor persona se ha visto truncada en dos ocasiones de las que salió victorioso. Pero a la tercera fue la vencida y la parca le ha segado su natural vitalidad e ilusión privando al mundo del flamenco de un icono imprescindible para su presente y su fecunda historia. La primera de esas envestidas se produjo hace seis años en forma de infarto, a la que le dio capotazo. La segunda lo cogió de lleno hace un año, en forma de glioma (Tumor cerebral), dejándolo tambaleante, pero su fuerza y vitalidad consiguió ganarle más de doce meses a la de la guadaña.
En Zamora tenemos la gran dicha de haberlo disfrutado en varias ocasiones. Baste este breve recuerdo de una de sus actuaciones antológicas en el Teatro Principal publicada el 20 de febrero del 2002 en este medio: “La magnitud del genio de Terremoto se apoderó de todo el público presente. Por todos los palos. Y todos nosotros le tributamos la ovación más clamorosa, cálida y prolongada que se recuerda a flamenco alguno en dicho escenario”. Más adelante en la misma crónica, y en relación a una entrevista concedida por José Menese también a La Opinión a principio se dicho mes, éste se lamentaba por la escasez de jóvenes artistas de auténtico nivel, a lo que contestábamos lo siguiente, y el tiempo nos dio la razón: "Fernando Terremoto, al que ya nos referimos en una comparativa con su padre en este mismo medio ( 9 de Abril de 1999), es sin duda el eslabón perdido, el albacea de la ortodoxia flamenca, la realidad y esperanza del presente y del futuro, es en definitiva, el puente de plata que une las dos orillas. Une la orilla de la incertidumbre del siglo XXI, por la que el pisa con paso seguro, con la del gloriosísimo pasado próximo inmediato de los grandes maestros inmortales por los aires de Jerez”.
¡Qué la tierra te sea leve, maestro!
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